viernes, 13 de marzo de 2009

A sangre fria

Alemania vivió ayer un sangriento drama que sólo parecía estar reservado a Estados Unidos. Tim Kretschmer, un joven de apenas 17 años, accedió vestido con un traje militar negro a su antiguo colegio de Winnenden, al sur del país, y disparó indiscriminadamente en el interior de tres aulas. Diez alumnos de entre 14 y 16 años, nueve de ellos chicas, murieron a balazos. También fueron victimas tres profesoras y otro adulto y dejó a ocho escolares heridos dentro del recinto.
La masacre culminó con un segundo tiroteo, que tuvo lugar en la localidad de Wendlinger, ubicada a 40 kilómetros del centro escolar. El adolescente llegó hasta la población en una desesperada fuga en un coche robado. La Policía logró interceptarle después de que matara a la dependienta y a un cliente de un concesionario de Volkswagen junto al que había aparcado el vehículo. Kretschmer se quitó la vida tras un intercambio de disparos con los agentes, que le hirieron en una pierna. En total, habían muerto 17 personas.
La vida de Winnenden, una pequeña ciudad ubicada a sólo 20 kilómetros al sureste de Stuttgart con 25.000 habitantes, quedó destrozada a las nueve y media de la mañana. A esa hora, cuando unos 600 alumnos del colegio Albertville, un instituto de enseñanza media, estaban en las aulas, Tim Krestchmer llegó a su ex escuela.
En pocos minutos, el joven acribilló a alumnos y profesores. La Policía de la localidad recibió la primera llamada de alerta a las 9.33 horas, pero cuando las patrullas llegaron al instituto el asesino ya había escapado.
La nueva carnicería escolar movilizó a más de un millar de agentes que pusieron en marcha un colosal dispositivo para descubrir el paradero del joven de 17 años. La escuela fue inmediatamente evacuada y la Policía acordonó el centro histórico de la ciudad ante la sospecha de que el autor de la masacre hubiera huido en esa dirección. Al mismo tiempo, se alertó por la radio local a todos los automovilistas que circulaban por la zona para que evitaran subir a sus coches a un autoestopista vestido con traje negro.
Pero Tim Kretschmer, armado con una pistola que sacó del arsenal legal de su padre, tenía otros planes. Después de matar a un transeúnte en las cercanías de un hospital psiquiátrico, el joven detuvo a un automóvil, sacó al conductor y escapó en dirección a Wendlinger hasta llegar al concesionario de Volkswagen.
Poco después del mediodía, vecinos de Wendlingen fueron testigos de un tiroteo sacado de una película. Después de matar a la dependienta y al cliente, el joven se enfrentó a la Policía, hirió a dos agentes de gravedad y tras ser herido en una pierna se suicidó.
Precedente similar
La escabechina de Winnenden despertó en la memoria del país el recuerdo de una masacre similar que ocurrió en abril de 2002 en Erfurt. Entonces, un joven de 19 años, vestido también de negro y armado con una pistola y un rifle, irrumpió en su antiguo colegio, de donde había sido expulsado, y mató a 17 personas antes de suicidarse.
Las autoridades desconocen los motivos que movieron a Kretschmer. Su padre es un rico empresario socio de un club de tiro. Durante un registro en la casa, la Policía constató que su progenitor poseía la licencia para armas. El hombre de negocios tiene 16 en su colección, pero ayer faltaba una.
Después de conocerse la dimensión de la tragedia, varios canales de televisión interrumpieron su programación. La canciller Angela Merkel expresó su «más profunda consternación» y envió sus condolencias a los familiares de las víctimas de la masacre.

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